Ne(cr)ogeografía
2018, Desierto de Atacama, Chile
Pareciera haber un consenso en que hemos ingresado a la era digital, concepto que por lo general se liga a lo efímero, a lo intangible e incorpóreo, sin embargo, la tecnología que sustenta nuestro modo de vivir y comunicarnos a nivel global es profundamente material, siendo esta extraída mayormente de los territorios del sur Global .
Frente a la construcción cultural cimentada en la acumulación de un imaginario que asigna categorías y cánones, en los que la representación de la naturaleza se ha ligado históricamente al verde y lo bucólico, el desierto ha sido clasificado como inhóspito, inerte, un lugar sin vida, vacío como la nada; siendo la antípoda de estas nociones estandarizadas. La misma etimología desertus proviene precisamente de desertar, abandonar. Quizás por esto, el Desierto de Atacama, ha sido visto como una zona de explotación de recursos, pasando por diversas etapas de producción siendo estas: guano, salitre, cobre y actualmente litio.
Como consecuencia de esta lógica extractivista ligada a un capitalismo minero transnacional, el territorio se muestra como un archivo, en el cual se han generado nuevas geografías producto de los residuos de esta actividad económica conocidos como relaves, que, a este punto, pasan a ser parte de la topografía del lugar, constituyendo enormes cerros sin cumbres y cordones montañosos de residuos tóxicos.
Paisaje es concebido como un lugar para contemplar, un lugar no intervenido y lo sublime es utilizado para definir la sensación de éxtasis, admiración e incluso espiritualidad que tiene el ser humano al relacionarse con la naturaleza. Este ensayo fotográfico comprende un recorrido por los lugares que quedan excluídos de la imagen turística del Desierto de Atacama, donde la industria graba el territorio, dejando registro del impacto que hay en esas zonas críticas donde la geografía cambia constantemente y se vuelve testimonio de la asimetría. Estas imágenes se contraponen a la imagen país que se genera para representarse frente al mundo, desublimando el concepto de paisaje, enfrentándolo desde su fragilidad y no desde su magnificencia y esplendor. Mirar el desierto como territorio con intervenciones e implicancias políticas y económicas nos permite una aproximación al futuro de la Tierra, dando cuenta de un proceso donde todo lugar se transformaría en periferia y zona de sacrificio.